viernes, 20 de febrero de 2009

Uruguay 2009, parte 5: El Mercado del Puerto y la Escollera


Segundo día en Montevideo... Nos trazamos un plan para explorar la costanera y las atracciones de la Ciudad Vieja, que era el sector de la ciudad que más teníamos a mano. Primero nos fuimos caminando hasta la Rambla 25 de Agosto, donde nos recibieron algunos edificios imponentes pero sobre todo muchos contenedores y otras vistas poco turísticas.

Mercado del Puerto 2 (by pablodf)
Un bar típico en el Mercado del Puerto

Llegamos así al Mercado del Puerto, donde hay un montón de barcitos, restaurantes y comedorcitos dentro de unos inmensos depósitos antiguos, de interior fresco y oscuro, con claraboyas en lo alto para dejar entrar algo de sol. Fascinante, aunque caro (en Uruguay todo es caro para los argentinos, y si se trata de comer bien, pescado o mariscos o un asado, más todavía). No nos detuvimos mucho. El Mercado del Puerto está rodeado de negocios que ofrecen arte y artesanías, todo ello muy pintoresco, con un aire más ciudadano (y más afín a mis gustos) que el de Colonia.

Pescadores (by pablodf) Seguimos caminando. El sol empezaba a apretar, pero el viento lo empujaba. Nos aventuramos a la Escollera Sarandí, que es como un espolón o cuerno de narval que brota del extremo de la península donde la Montevideo original fue fundada, internándose en el río-mar. Había allí unos cuantos empleados del puerto y otros, muchos pescando, sentados o parados en los grandes bloques colocados a ambos lados para hacer amortiguar las olas. Nos habían dicho que fuéramos a una hora concurrida y sin hacer mucha ostentación de cámaras de fotos, pero no vi razones para alarmarnos (nuestro corresponsal uruguayo quizá no sabía que vivimos en una ciudad grande e insegura, y que hemos adquirido por triste experiencia un cierto sentido del peligro y de la oportunidad para estos asuntos). Montevideo, hay que decirlo, no presenta una fabulosa vista desde la punta de la escollera, especialmente a mediodía; el skyline de la Ciudad Vieja y más allá no es muy impresionante (no digo que tenga que serlo).

Avistamos algunas aves, unos bichitos escurridizos entre las piedras perpetuamente húmedas, y cangrejitos embarrados. Los pescadores parecían estar en su asunto más por diversión que por otra cosa, a juzgar por las escasas y diminutas presas que los vi sacar.

Fue un paseo estimulante para comenzar a ver Montevideo, pero el calor ya era terrible, así que nos recluimos en el hostel. La tarde y la noche nos esperaban con la promesa de presenciar una ceremonia religiosa distinta a todo lo que conocíamos: la fiesta de Iemanjá.

Continuará...

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