sábado, 19 de julio de 2008

Qué se dice de Julio Cobos

¡Todo el mundo está hablando de Cobos! Los blogs políticos y de los otros, los espacios de comentarios de las noticias en los diarios online, y por supuesto la gente en la calle, en los colectivos, en las oficinas, en su casa y con sus parientes y amigos. ¿Qué se dice de Julio César Cleto Cobos?
  • En el extranjero lo llaman "el vicepresidente rebelde".
  • En Venezuela desearían que alguien en el poder legislativo pudiera hacerle a Chávez lo que Cobos le hizo a Kirchner.
  • Muchos dicen que lo respetan "porque votó de acuerdo a sus convicciones".
  • Otros lo adoran porque estaban hartos de los gritos, la histeria y la prepotencia de Néstor y Cristina Kirchner.
  • Unos cuantos (y esto es bueno) dicen que lo de la otra noche les hizo "recuperar la fe en la democracia".
  • Hay detractores, por supuesto. Muchos. La mayoría, según leo, tienen puesto el cassette kirchnerista y siguen dale que dale con la lealtad, el proyecto político y la organicidad.
  • Hay como una felicidad en el aire después de que Cobos votó y se fue tranquilo a su casa. Hace 130 días que no respirábamos tranquilos.
  • Ya salieron remeras de Cobos, y hasta el ringtone de Cobos que dice "Mi voto no es positivo".
¿Qué digo yo? Para mí no es especialmente importante que Cobos haya votado de acuerdo a sus convicciones, su conciencia, o lo que sea. Está bien que así sea, pero hay quienes tienen convicciones absolutamente horribles, y si los valoráramos por actuar siempre de acuerdo a ellas, tendríamos que aceptar que a veces van a ir en contra de lo que es mejor y más conveniente. Los Kirchner, por ejemplo, no se cansar de repetir que tienen unas convicciones firmes, inflexibles, que nunca abandonarán. Así les (nos) está yendo.

No, no fueron simplemente convicciones. Lo que hizo Cobos fue votar de acuerdo con su responsabilidad, que era inmensa. Su trabajo era lograr un proyecto de ley que estuviera bien hecho, que tuviera suficiente consenso político para resistir los embates que sufriría (de ambos lados), y que de ser posible volviera a traer un poco de paz al país. Ofreció al oficialismo la opción de ceder, de esperar y discutir un poco más. No le hicieron caso. Pensar que se vendió, que alegremente decidió traicionar a su propio gobierno, es algo que sólo desde un fanatismo ciego puede creerse. El tipo emitió su voto como quien autoriza al médico a que le apague el respirador artificial a un familiar en coma.

Tampoco hay que creer que Cobos es San Martín (o que San Martín era un ejemplo tanto como se dice). Es un político, con todo lo que significa. Se apartó de su partido porque vio una oportunidad de llegar al poder junto con Cristina Kirchner y (quizá) porque creyó en su "proyecto político" (es decir, aquello de la redistribución del ingreso, que Cristina quiere hacernos creer aunque hasta ahora no se haya visto nada), aunque es difícil suponer que fuera tan ingenuo como para suponer que podía compartir el poder con la omnipotente Cristina. Como sea, calculó mal. Cierto es que muchos ni siquiera se habían dado cuenta de que Néstor Kirchner era un mentiroso y un energúmeno hasta hace unos meses, así que quizá a Cobos le pasó lo mismo...

Digo todo esto porque ahora es un ídolo, lo reciben con banderas, se le dedican felicitaciones, remeras estampadas y hasta fotos de huevos, pero Julio Cobos no deja de ser un político. Concedámosle el beneficio de la duda. Hasta de los peores elementos de la sociedad puede salir
algo bueno — y si no, pensemos que el voto negativo de la Rata Máxima, Carlos Menem, fue decisivo para que no ganara el kirchnerismo.

Y sí, obviamente personajes como Menem e instituciones con un pasado golpista como la Sociedad Rural no ayudan a la causa. Aunque si ésas tenemos, el kirchnerismo conserva en un lugar prominente entre sus filas a un violento mercenario como Luis D'Elía, y compró escandalosamente al senador Ramón Saadi, cuyo apellido es sinónimo de corrupción. Por no hablar de casi todos sus ministros, secretarios y subsecretarios.

Cobos puede haber cometido un error, quién sabe, pero una cosa que no hizo esa madrugada fue venderse. La mayoría de la gente lo vio así, como un hombre que no pensó en beneficiar o perjudicar a uno u otro bando, sino que en ese instante, parado sobre el filo de la navaja, decidió votar por la opción que evitaría la continuación de la locura. Por eso yo le digo gracias, y le prometo desde acá (le aseguro de parte de todos) que lo vamos a vigilar con atención.

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